martes, 23 de septiembre de 2014

LA ATMÓSFERA PERFECTA PARA EL MIEDO.

 Tumba en el Cementerio parisino de Pere Lachaise


Hola!
Para todos aquellos que escribimos historias de misterio, paranormales o de terror; la creación de una atmósfera adecuada es un elemento de suma importancia en el proceso creador (al menos en mi caso). Porque es imposible dar de lo que no tenemos, en ese orden de ideas, no podemos transmitir el miedo sino lo sentimos nosotros antes. El mejor indicador que la cosa va por buen camino- más bien por terrorífico camino- es nuestro propio sobrecogimiento, y si tenemos suerte nuestro propio pánico.
El miedo es una sensación tristemente célebre, muchos evitan todo tipo de estímulos o situaciones que puedan despertarla, pero la tácita sociedad que ha establecido con la curiosidad, permite en un sin número de ocasiones que aún hasta sus más acérrimos detractores se asomen timoratos a su puerta, con un pie en el umbral, y la cabeza en un entra y sale masoquista. En el caso de aquellos, que como yo, encontramos un cierto melancólico atractivo en el miedo, no solo nos atrevemos a cruzar el umbral, sino que por elección personal entramos a los aposentos del espanto, para sentirlo, disfrutar de su peculiar encanto y si todo sale bien transmitirlo por medio de las palabras, que en medio de un sudor frío en las manos logramos teclear.
Ahora bien, al hablar de la atmósfera adecuada para escribir miedo, es común imaginarse en una casa antigua, mejor aún si es un castillo; (como Mary Shelley cuando escribió su obra maestra Frankestein), en medio de una noche lluviosa,ojalá con una tormenta eléctrica, y si por casualidad se va la luz producto de un relámpago, todavía mejor, (eso sí que el computador portátil tenga suficiente carga); o vivir al lado de un cementerio como le tocó a Bram Stoker en su niñez. Ideal cierto? Pero complicado en esta época y en la realidad en que vivimos. Sin embargo no podemos desconocer la importancia de la atmósfera para sentir y transmitir el miedo. Volviendo a la realidad, les digo que yo he podido sentirlo y transmitirlo encerrada en la habitación de mis hijos mayores mientras están en la escuela, a plena luz del día, con los ruidos cotidianos afuera y mi bebé durmiendo plácidamente la siesta.
Quiero compartir con ustedes cuatro consejos para crear la atmósfera perfecta para el miedo: 

1. Salir de paseo: Sí, han leído bien, irse de paseo es una genial idea cuando queremos crear una atmósfera adecuada para entrar en los aposentos del miedo. Lo que suelo hacer, es que unos días antes de sumergirme junto con mi afiebrada cabeza en las profundidades de la oscuridad y el pánico, salgo de paseo.
Mi itinerario incluye sentarme en una banca entre las tumbas de un cementerio a leer algún libro o simplemente a tomarme un café previamente comprado en las afueras del camposanto; muchas veces compro algunas flores que después dejaré en alguna tumba que haya despertado algo especial en mí. Me recreo además en la belleza de algunas lápidas mientras pienso en la vulnerabilidad de nuestra existencia. Algunas veces me acompañan en mis paseos los verdaderos héroes: mi marido y mis hijos. Tengo la fortuna de vivir en una bella ciudad, muy antigua, llena de historia y de recovecos misteriosos, así que muchas tardes visito antiguos monumentos, vetustos edificios, casonas plagadas de leyendas de fantasmas y aparecidos, y calles empedradas, lugares que conservan todos, el sin igual atractivo del inexorable paso del tiempo. Impregnarse de la belleza del silencio, la muerte, el pasado y lo sobrenatural es uno de los primeros pasos.

2. Buscar la compañía...de la soledad: Por cuestión de "lógica literaria", la soledad es invaluable para el proceso creador (aunque no quiero ser malinterpretada, pues no es imprescindible estar solo para escribir); mucho más si se trata de una obra de terror o misterio, pues el miedo llega con mayor facilidad si la única asistente al convite es la soledad.

3. Las notas de un sonido: En días pasados conversando con un amigo español, escritor de historias de terror, me comentaba lo que para él funcionaba de maravilla cuando estaba escribiendo sus relatos: Música. Pero no cualquier música, todo lo contrario, escogía muy bien las notas musicales que lo acompañaban en el recorrido del camino hasta la culminación de su obra; de manera que los momentos de ritmo más lento eran acompañados con música clásica mientras que los trepidantes eran escritos con el sonido del rock pesado. Yo no necesito música para escribir, aunque tampoco me molesta que los acordes lejanos de alguna melodía lleguen hasta mí mientras tecleo, sin embargo hay un sonido cuyas ondas sonoras me hacen traspasar el umbral del miedo más prontamente: El silencio. El silencio con sus notas ausentes y calladas, que se hacen a un lado para abrir paso a otros sonidos; impersonales, desprovistos de todo protagonismo y pretensiones. Sonidos como un llanto lejano, el taconeo de la vecina del piso de arriba, la lluvia, un grillo cantando tan fuerte en el jardín, que aún la ventana cerrada no opaca del todo su insistente concierto. Esos sonidos de la cotidianidad, independientemente si es diurna o nocturna, son los que en mi caso personal funcionan. Ustedes que me leen, encontrarán las notas del sonido adecuado.

4. La rapidez es esencial para el miedo: Sé veloz cuando la necesidad de escribir llegue a ti. Una vez logradas las condiciones anteriores, hay algo muy importante para tener en cuenta: El suspenso precede al miedo, pero ese instante en el que la sensación paralizante se apropia de nosotros es solo eso: un instante. Un pequeño momento, fugaz y rápido que debe ser aprovechado al máximo para ser manejado con precisión y despertar la sensación que buscamos.

Los dejo con uno de mis relatos cortos. Espero que lo disfruten, si les gustó pueden compartir, quizás a alguien le funcione todo esto. Y si quieren quedarse a seguirme...Bienvenidos.

REGRESO A CASA

"Los pasos resonaban en el pavimento, mientras el hombre con el oscuro gabán apuraba la marcha. La casona de sus pesadillas infantiles se levantaba como un gigante infernal, visible al fin entre la niebla. Los apurados pasos resonantes llegaron al fin a la entrada. Su agitado aliento levantaba una fría humareda, en tanto que el corazón golpeaba con ritmo frenético, pues sabía que tal vez al abrirse la puerta de madera carcomida, dejaría de latir para siempre. Ya no había marcha atrás, ahora debía avanzar, y lo hizo. Al tocar con los puños cerrados la podrida puerta, sintió como se hundía la madera ante el golpe de sus dedos como si tocara un cadáver putrefacto. Un golpe, dos...se abre la puerta y allí mismo, a menos de un metro de distancia estaba la tumba, con la fría lápida y la tierra revuelta. Su corazón tenía razón. Dejó de latir en el acto. La lápida tenía su nombre."







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