jueves, 4 de abril de 2013

Historias sobrecogedoras:" FLORES EN EL ATICO " sordidez literaria o dura realidad?

Mi primer encontronazo con esta novela de V. C. Andrews se llevó a cabo de manera poco convencional. Así como sucede con las cosas y personas inolvidables en la vida,  ocurre con los libros que de una u otra forma logran dejar algún tipo de huella indeleble en el lector. 
Precisamente es el caso de esta genial novela, que en lo particular a mí me cuesta encasillar en un género, pero estaría entre el suspenso y el thriller sicológico. Era el año 1989 y yo era una adolescente bastante intelectual, de gafas y nariz metida en cuanto libro apareciera. Recuerdo que fue una compañera de clases del colegio quien llevó los dos primeros libros de la saga (que consta de cinco libros),  de esa manera, el ejemplar de “Flores en el Ático” cayó en mis manos. Fue toda una odisea emprender la lectura de esa apasionante historia en medio de los intervalos de las clases, en las horas de recreo y hasta en las clases mismas, desatendiendo por completo las explicaciones de los profesores, (creo que fue en esa época en la que perdí el hilo de las matemáticas para no volver a encontrarlo jamás). 
Para mayor de mis torturas, mi compañera no prestaba los libros para leerlos en casa, así que yo esperaba anhelante que llegara el día siguiente para continuar con la lectura. De esa angustiosa forma leí “Flores en el Ático” y el segundo libro de la saga: “Pétalos al Viento”, aunque debo decir, después de haberlos leído todos, que ninguno supera al primero, y que si acaso el último de ellos, "Jardín Sombrío" lo igualaría, pero sólo porque en él se desenvuelve la horrorosa madeja que V.C. Andrews logró tejer magistralmente con la impresionante trama de Flores en el Ático. Como dato curioso puedo decirles que "Jardín Sombrío" es una obra póstuma de V.C. Andrews y fue terminada por otro escritor contratado por su familia y quien firmó con el nombre de la autora... pero eso es otra historia.
La historia trata de cuatro niños: Cristopher, Cathy, Carrie y Cory -estos dos últimos, gemelos- que ven romperse la burbuja de felicidad que encerraba su perfecta familia, cuando su padre muere el día de su cumpleaños en un accidente. Quedan al cuidado de su hermosa pero inútil madre Corrine, quien desesperada por las dificultades económicas decide buscar el amparo de sus padres, con los que perdió contacto muchos años atrás, al haberlos disgustado con su matrimonio con el padre de los niños. El mundo perfecto lleno de amor que los chicos habían conocido está por terminar. Una noche son conducidos en medio de las sombras a la mansión Foxworth, antiguo hogar de su madre Corrine, quien les promete ganarse nuevamente la confianza de su anciano y enfermo padre para recuperar la herencia que perdió por haberlo agraviado. En lugar de las riquezas, bienestar y seguridad prometidos, los niños se encuentran con el infierno del encierro, en una habitación lejana, situada en el ala norte de la inmensa y lúgubre casona, con la frialdad de acero de una abuela que parece no tener corazón, y que les deja bien en claro que los odia, con el conocimiento de que el agravio cometido por su madre fue haberse enamorado y casado con su tío, de la que nacieron ellos, como fruto de esa unión. Pero lo más duro sería enfrentarse con la realidad de tener que ser separados de su madre,  quien de acuerdo a las nuevas y crueles reglas, no se quedará con ellos, sino que según ella, debe incorporarse a la vida diaria de la casona, para tratar de ganarse el cariño del abuelo enfermo, y de esta manera asegurar su futuro, con la promesa que pronto estarán juntos de nuevo. 
El encierro dura tres largos años, en los que los niños pierden su inocencia, son maltratados por la cruel abuela, pasan por penurias inimaginables, pero lo más doloroso es que poco a poco, la ciega confianza que tenían en su madre va resquebrajándose hasta romperse. Ante sus sufridos ojos, ven operarse la transformación de su otrora amorosa madre, en una mujer fría, distante, indiferente a sus pálidos rostros y escuálidos cuerpos faltos de la luz del sol y de una vida normal. Sus visitas cada vez son más espaciadas y en el regreso de una de sus más largas ausencias les anuncia que se volvió a casar, y que está muy enamorada. El resentimiento de Cathy aumenta, la ciega confianza de Cristopher se quiebra, y los pequeños gemelos no reconocen en la enjoyada y distante mujer a su madre, pues el único cariño y cuidado maternal que reciben, provienen de su hermana mayor, Cathy. Al encierro, el maltrato, el hambre y el desamparo se le suman las hormonas desatadas en los hermanos mayores, y el incesto llega como un terrible puñal a destrozar a pedazos el resto de inocencia en Cathy y Cristopher. Los chicos menores enferman, Cory no sobrevive a la enfermedad. Tras su muerte, su madre desaparece y nunca más vuelve a visitarlos, sólo la cruel abuela continúa llevándoles alimento sin dirigirles la palabra, deciden escapar, no sin antes descubrir espantosas verdades y enterarse de las mentiras y crímenes (no hay otra forma de llamarlos) de su madre Corrine. La trama es envolvente, apasionante, literalmente te subyuga, es uno de esos libros que sabes que no sólo terminarás de leer, sino que volverás a hacerlo. La autora describe con detalles la habitación del encierro, el ático, las situaciones vividas son plasmadas con desgarradora intensidad, en fin es el tipo de libro  que sacude a quien lo lee. Este best-seller inspiró la película de su mismo nombre, estrenada en 1987, pero como por lo general ocurre, el filme no logra igualar al libro.

He leído unas tres veces esta historia, y siempre me estremece como la primera vez. Hace poco leí varias reseñas, en una de ellas despectivamente se le llamaba "novelón" y en otra "sórdido, sórdido", pues bien quiero decirles que no estoy para nada de acuerdo. Para mí, lejos de ser una historia cursi, es una obra bien manejada, magistralmente escrita y concebida, y como escritora sé que a la hora de escribir hay que despojarse de los tabúes, del temor a llamar las cosas por su nombre, desprenderse un poco del recato y hasta del pudor, para ser capaz de plasmar en palabras, una realidad que existe en la historia gestada en nuestra mente preñada. V C. Andrews fue capaz de esto y más. Tomó una historia ficticia, existente nada más en su imaginación para tratar temas tan viejos como el sol y la luna: la ambición, el incesto, el maltrato infantil, y que hoy siguen tristemente vigentes. O es que acaso no es más sórdida la horrible y común realidad de madres que al volverse a enamorar, literalmente someten a sus hijos a un encierro igualmente espantoso, confinándolos a la soledad de un apartamento, en tanto ellas viven sus vidas, con sus hijos al margen de ellas, mientras los chicos quedan solitarios, refugiados en la play station o en el X-box, navegando sin control por la internet, expuestos a peligros? Hermanos y hermanas creciendo solitarios, porque su madre desea escalar profesionalmente hasta la cima, sin sospechar quizás que entre sus hijos pueda ir creciendo un afecto no permitido. Madres que escatiman su amor y su presencia, y abusan de la ciega confianza y el amor de sus hijos quienes piensan que ella jamás los defraudaría. V C Andrews fue capaz en su novela de tocar un tema delicado. Que si recomiendo este libro? Definitivamente sí, aunque preferiría que se tuviera cierta edad para leerlo, ya que precisamente es la inocencia de los niños la que debe ser preservada. Este mes en el que se celebra el Día Internacional del Niño, quise traerlo a colación por la alerta que prende en aquellos que tenemos como mayor responsabilidad cuidar el mayor tesoro y esperanza de esta sufrida humanidad: nuestra niñez.

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